Duende silencio nada

 Duende, silencio, nada

Como una melodía, callado,
arropado en la capa de su duende;
mudas y contenidas las notas;
subyace en el tiempo
viendo como el hechizo, idílico,
se convierte en resaca de una ola
que vibra en los vaivenes del eco
mecida en rescoldo de inquietudes,
y, sabiéndose interesante, apetecible,
como fruto que en árbol enmudece
al albor de las yemas y las sabias,
a la espera que el rubor de la piel
despierte la belleza de su gracia.
El atractivo de su esencia, se encarna
como espina en dedo;
y, sibilino, en presencia etérea,
siembra de intención, estanca,
las páginas de sombra y de misterio
que, de forma anodina, extiende
y convierte en fantasma y mito.




Su lenguaje marca tendencia;
incita a seguirlo, imitarlo;
la dificultad para obviarlo
lo hace interesante, deseado,
él, lo sabe y se pavonea, soberbio.
Vencerlo, es una contienda agotadora;
proponérselo, es claudicar a su efecto;
con la mirada, bloquea, invade;
con un hilo de su aliento, atrae
definiendo sus límites y convenciendo
de que claros y oscuros son indicio
de intriga, más malévola que limpia.
Cerrada la boca, observa el pensamiento,
estremece con la mirada, hiela y arde.
Hierático, induce a imaginar, sonríe,
respira, conteniendo el aliento; inquieta,
guarda con desmesura el alma de su semblante.
Intuir el camino de su intención... Es tarea ardua,
...casi imposible.

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